miércoles, 1 de febrero de 2012

CRÍTICA DE “ASALTO Y SOBO DE UN TREN” (Edwin S. Porter, 1903).

CRÍTICA DE “ASALTO Y SOBO DE UN TREN” (Edwin S. Porter, 1903).

TÍTULO ORIGINAL: The Great Train Robbery.
PRODUCCIÓN: Edison Company.
LUGAR: EE.UU.
DURACIÓN: 13 min.
DIRECCIÓN: Edwin S. Porter.
GUIÓN: Scott Marble, Edwin S. Porter.
FOTOGRAFÍA: Edwin S. Porter, Blair Smith.
INTÉRPRETES: A. C. Abadie, Gilbert M. <<Bronco Bill>> Anderson, George Barnes, Walter Cameron, Frank Hanaway, Morgan Jones, Tom London, Marie Murray, Mary Snow.

Asalto y robo de un tren, de Edwin S. Porter significó el punto de partida de un clásico norteamericano como lo es el cine del oeste, o Western.  Rodada en plena época de investigación y descubrimientos sobre el medio del celuloide, y apenas un año más que el gran punto de partida y su alto listón de Viaje a la luna del francés Mèlies, deja clara una impronta de experimentación, destacada por su incorporación de un intento de narración, que no tenían otros vídeos de la época, vídeos cuya ambición se limitaba a la experimentación de los medios que se estaban abriendo ante ellos.

A pesar de ser una película de 12 minutos (duración impensable para una actualidad acostumbrada a las 2 horas de metraje), Porter es capaz de contarnos una historia desde su inicio hasta su conclusión, haciendo uso de numerosas escenas, algunas de las cuales innovadoras.

Aunque su estética, lo estático y  la horizontalidad de la mayoría de sus decorados y puesta en escena recuerdan inevitablemente al teatro, fuente de la que seguramente mamaban tanto director como los actores, crea una profundidad de campo innovadora, al dejar claramente diferenciados varios niveles, cada uno con su función. Tenemos, por ejemplo, el tren que pasa tras la ventana del decorado en la primera escena, o cuando los atracadores intentan llegar a la sala de máquinas para abordar al maquinista: Mientras que un atracador golpea y tira del tren a un operario en primer plano, el otro ataca al maquinista al fondo de la escena.
Tenemos el mismo recurso en la huida por el bosque, donde los atracadores, situados en un primer plano disparan a sus perseguidores que se acercan por el fondo, creando un tercer nivel intermedio situado por los caballos.

No obstante, a pesar de introducir novedades arriesgadas, el film rezuma, aunque comprensiblemente, un aire tosco, burdo todavía, venido por la falta de control sobre los mecanismos y formas de rodaje, o sobretodo, por las limitaciones de los mismos. Así, vemos secuencias poco sincronizadas con tiempos demasiado largos de espera (quizá para el público actual. Tal vez no infundiera el mismo efecto en el público experimental al que tocó vivir la película en su tiempo), como el tiempo de espera que los atracadores aguardan hasta la llegada del tren a repostar, o escenas demasiado largas.
También, es evidente cierta exageración de los actores, aún no despegados de la herencia del teatro, y conscientes, seguramente, de que por las limitaciones de calidad de imagen y la falta de sonido, debían aumentar la fuerza de sus movimientos,… aún así, es remarcable la sobreactuada muerte del futuro Bronco Billy, Gilbert M. Anderson.
    Es también digno de mención, la forma en que la cámara intenta seguir la escena en varias ocasiones. La más destacable es en la que los ladrones huyen del tren ladera abajo hacia el bosque, y la cámara toma un giro hacia la izquierda y luego, con una sutilidad imposible de lograr con los medios disponibles, hace un tosco movimiento hacia abajo en busca de algún atracador que no haya desparecido del plano demasiado rápido, pillando apenas al último de la fila. Unidas las limitaciones técnicas a la, en mi opinión, completo error en la elección de actores no preparados me hace lamentar ver el resultado que habría quedado de esta película con gente que recibiera de forma realista un disparo, o vaqueros que no tuvieran serios problemas a la hora de subirse a su caballo.

Hay también versiones del film en que se ha coloreado manualmente ciertas partes como la explosión de la dinamita que abre la caja fuerte del tren.

    Entre los planos y la forma de contar la historia, hay que destacar frente al exceso de planos horizontales y estáticos, planos generales en su mayoría, la forma casi simultánea de contar el atraco, y planos como el de la llegada del tren, que, aún siendo estáticos, restan monotonía al resto de escenas (a pesar de que el plano y la puesta de escena se vea estropeado por la excesiva duración de la misma). O por ejemplo, la escena de la pelea sobre el tren con los maquinistas, consiguen mantener todavía más la tensión.

Sin embargo, si hay algo realmente remarcable en Asalto y robo de un tren, es sin duda la escena que ha pasado a la posteridad: La imagen del atracador en plano medio, disparando de frente a la pantalla. Una escena entre los anales del cine. Es una lástima que, debido al pánico que creaba entre los espectadores, se optara por pasar dicha escena desde su contexto original al principio del film, a un broche (de oro, por otra parte) al final de la película, después incluso de haber desarrollado la trama y la conclusión, quedando totalmente descolocada y sin sentido narrativo ni temporal, ni siquiera inteligible,… quedando relegado a un plano de colofón final, que casi podríamos verle con círculos concéntricos rojos alrededor de su cabeza y pronunciando las míticas palabras <<¡E-e-eso es todo amigos!>>.

BIBLIOGRAFÍA:
1001 Películas que hay que ver antes de morir. Steve Jay Schneider. (ED. GIRALBO).

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